viernes, 30 de mayo de 2008

EPR

¡Ríndanse!, luego platicamos

El llamado del EPR para establecer un diálogo con el gobierno federal, con propósitos muy concretos, como la presentación de sus dos dirigentes desaparecidos, ha tenido diversas interpretaciones y repercusiones.

Funcionarios de los aparatos de seguridad del Estado mexicano filtraron a diferentes medios de comunicación supuestos acercamientos de esa organización guerrillera con el gobierno, lo cual fue desmentido en forma categórica por la propia agrupación.

El pronunciamiento formulado por los eperristas introdujo una nueva variable en su esquema táctico. La respuesta de la Secretaría de Gobernación fue torpe, inapropiada y arrogante. Todo parece indicar que los agarró mal parados, o que adolecen de deficiencias estructurales para enfrentar situaciones de crisis.

El solo hecho de que una de las organizaciones guerrilleras con raíces profundas y antiguas en la historia contemporánea de México manifestara en forma pública la posibilidad de establecer un diálogo con el gobierno era algo insólito, que debía ser valorado con un alto sentido de responsabilidad republicana. La concreción de mecanismos para el establecimiento de una mesa de diálogo debería constituir un imperativo en aquellos que tienen como responsabilidad la gobernabilidad del país.

En lugar de ello, la respuesta fue chocante e imprudente. ¡Primero ríndanse!, y luego platicamos. Como dijo Juan Gabriel: “pero qué necesidad”.

¿A quién se le puede ocurrir pensar que una organización como el EPR, con cuadros cuajados y curtidos en años de lucha, formación política y vida clandestina, aceptaría las insolentes pretensiones demandadas por la Secretaría de Gobernación?

Llevar al terreno de la política el reclamo de las armas es una necesidad impostergable en cualquier sociedad que aspire ser democrática, para lo cual se requiere una acción coherente, articulada y sincera del Estado mexicano, cosa que en la actualidad parece muy complicada y difícil.

El pronunciamiento del EPR se produce, a pesar del fracaso del diálogo con el EZLN, debido a las chapucerías de los gobiernos de Ernesto Zedillo y Vicente Fox, por lo cual la respuesta gubernamental debería haberse construido con cuidado, responsabilidad y sentido de la historia, en lugar de las formulaciones chafas, anodinas y monocordes que presentaron como postura gubernamental en boca del joven Mouriño.

Regatearle representatividad a las personalidades invitadas por el EPR como intermediarios civiles es un ejercicio inútil y mezquino. Doña Rosario Ibarra es una mujer cuya figura trasciende fronteras, sexenios o cargos públicos, su autoridad moral es indiscutible, tiene ganada una posición en la historia y en los corazones de los mexicanos. La consolidada presencia de don Samuel Ruiz como mediador de conflictos y defensor de las causas más nobles de México garantiza un proceso confiable, por complicada que sea cualquier tipo de negociación.

Miguel Ángel Granados Chapa no sólo ha sido un periodista intachable sino también como hombre de su tiempo ha sabido encarar en condiciones de desventaja procesos sociales y políticos en el país, y en especial en su querido estado de Hidalgo.

En materia del entendimiento de los movimientos guerrilleros mexicanos, de sus orígenes, causas, errores y perspectivas, no existe personaje mejor que Carlos Montemayor para conocer e interpretar el significado de las motivaciones de las organizaciones armadas insurgentes. Junto a ellos fue propuesto por el EPR para la intermediación civil mi viejo y querido amigo Enrique González Ruiz, con quien compartimos luchas y anhelos en los movimientos universitarios de los años 60 y 80.

Estas personalidades, junto a otras, constituyen en sí mismas un colectivo emblemático ubicado en el lado contrario al que representa un gobierno que incluso como cualquier gobierno del mundo requiere una legitimación cotidiana y permanente. En el colmo de una mezcla de arrogancia e ignorancia, Gobernación los acepta como “testigos sociales”. ¿Qué es eso?

Al margen de los resultados, el solo hecho de construir un espacio de diálogo constituía una acción de mayor urgencia para el gobierno que para su contraparte. Sin embargo, la respuesta gubernamental a la convocatoria al diálogo por parte el EPR, más que elaborada con criterios que deben dársele a los asuntos de Estado, se produjo con actitudes insufladas y poco inteligentes.

La iniciativa del EPR ha puesto de manifiesto cuando menos dos cuestiones. Por un lado, la organización armada pone en juego tácticas e iniciativas de carácter político cuyos resultados hasta hoy han incrementado su presencia en el imaginario colectivo y los medios nacionales. Por otro lado, el gobierno federal ha demostrado que su fuerte no es la exploración de nuevos métodos para enfrentar los complejos fenómenos sociales del pueblo mexicano, como tampoco tiene la magia, la creatividad y la decisión que reclama el ejercicio gubernamental de los tiempos actuales.

Al estilo del buen Perro Bermúdez: la tenían, era suya, pero la dejaron ir.

9-may-08 (la Jornada)

Jaime Martínez Veloz

jueves, 29 de mayo de 2008

Bandoleros sociales

Othón Salazar: La Dignidad Revolucionaria

Tanalís Padilla*(16-05-2008 ) La Jornada

A sus casi 84 años de edad Othón Salazar se sigue expresando con la tonalidad de un gran orador. Sus palabras son precisas y en ellas se vislumbra esa preocupación social que tanto se le impregnó al magisterio durante el cardenismo. Desde muy joven Othón cultivó su habilidad como orador. Solo, se ponía a practicar en el campo. “Yo me fijaba que no hubiera nadie –relata–, pero una vez estaba un campesino escondido y escuchó el discurso y cuando yo terminé salió y me dijo ‘le sale bien’.” Othón, como otros líderes populares, encarna un proceso social más amplio y su lucha al frente de los maestros fue un importante ejemplo de la defensa de los logros revolucionarios que, a través del siglo XX, se seguiría dando en México.

Hijo de padre panadero y madre campesina, Othón tuvo que trabajar desde muy chico. De niño salía a cortar leña a las tres de la madrugada. En la oscuridad le era difícil distinguir entre las ramas secas y las verdes, pero para el amanecer tenía que llegar a su casa con un tercio de leña. De allí se iba a la escuela. “Quizás por eso –reflexiona– la escuela fue para mí algo que sin que nadie me dijera nada yo sentía la necesidad de aprovechar cuanto se pudiera.”

Othón llegó a la normal de Oaxtepec en 1942. Allí, “los maestros veían los últimos relámpagos de la revolución. Eran maestros y maestras todos con inquietudes sociales”.

Cursó sólo el primer año en Oaxtepec. El segundo lo hizo en Ayotzinapa y el tercero en la Escuela Nacional de Maestros. Después ingresó a la Normal Superior, donde estudió cuatro años, especializándose en ciencias sociales para la enseñanza del civismo. En 1954 sería importante dirigente de la primera huelga de la Normal Superior.

Cuando, en 1956, los líderes oficiales del SNTE negociaron un incremento salarial que no llegaba ni a la mitad de la demanda inicial, Othón decidió convocar a un mitin de protesta. Poco después, una asamblea independiente lo eligió representante, formando las bases para el Movimiento Revolucionario del Magisterio (MRM) que se constituiría a finales de 1957 y cuya presencia en las escuelas primarias del Distrito Federal se iría expandiendo. En el siguiente año el MRM estaría al frente de una de las luchas magisteriales más importantes. Las movilizaciones a las que convocaba eran atendidas por un amplio sector social, y el gobierno, al reprimirlas, como hizo con la marcha del 12 de abril de 1958, fomentaba un descontento social que llevaba años gestándose. Mientras las autoridades rehusaban reconocer al MRM, éste tenía cada vez más capacidad de convocatoria y el 30 de abril los maestros tomaron las oficinas de la SEP y obligando al gobierno a negociar.

En agosto, en un congreso paralelo, los maestros de la ciudad de México eligieron a Othón como su legítimo representante, pero ante este gesto de autonomía sindical, la posición del gobierno se fue endureciendo. La manifestación del 8 de septiembre fue reprimida, y Othón, aprehendido. Las autoridades llegaron temprano a su casa, lo amarraron y lo vendaron. Lo sometieron después a violentos interrogatorios y le exigieron que confesara cuántos rublos recibía de la Unión Soviética. Lo mantuvieron secuestrado nueve días antes de procesarlo. Acusado de disolución social, fue encerrado en Lecumberri, pero, gracias a las grandes movilizaciones por su libertad, permaneció allí sólo tres meses.

Efervescencia laboral

El año de 1958 fue de gran efervescencia laboral y los maestros del MRM estuvieron entre sus principales protagonistas. Ese mismo año las movilizaciones de los telegrafistas, petroleros y ferrocarrileros conmovieron al país. Las luchas tenían sus orígenes en demandas económicas, pero su aspiración por la democracia sindical tenía implicaciones mucho más amplias, que sacudirían las estructuras mismas del PRI. A una década del charrazo y en pleno milagro mexicano, los trabajadores mostraban con su inconformidad las condiciones laborales que las estadísticas del milagroso crecimiento económico ocultaban. Su presencia desmentía otro mito, el de la llamada paxpriísta. La represión del gobierno sería un presagio de la brutalidad oficial que se cometería 10 años después en la plaza de Tlatelolco.

Con mano dura el gobierno lograría derrotar estos movimientos que se proponían democratizar al sistema. Pero no pudo silenciar a los participantes, que seguían empeñados en mantener vivas las causas populares. Othón continuaría su lucha en el magisterio y en 1960 participaría en otra huelga en la Escuela Nacional de Maestros. Pero esta toma de la normal por la corriente democrática de la sección 9 del SNTE fue reprimida y en represalia Othón fue cesado, una condición que padece hasta el presente. Desde entonces ha vivido una situación económica precaria, agraviada ahora por su avanzada edad. Sin embargo, sigue regresando a Alcozauca, su natal pueblo en Guerrero, y recorre la región de la Montaña escuchando y asesorando a los que allí se organizan.

De las filas de los normalistas han salido un notable número de luchadores sociales, importante indicio del poder que tiene la educación para crear conciencia. Junto con el reparto agrario, los derechos laborales, y la afirmación que las riquezas del subsuelo eran propiedad de la nación, el proyecto educativo fue uno de los más importantes legados de la revolución. Ante gobernantes que se han propuesto desmantelar estas conquistas revolucionarias, han salido a las calles aquellos que no se resignan ante justificaciones indignas. Othón Salazar es un símbolo de este proceso y su ejemplo un caso de la dignidad revolucionaria que, por más que los gobernantes han querido tratar de ignorar o reprimir, sigue recorriendo el territorio mexicano.

*Profesora del Dartmouth College. Su libro Rural resistance in the land of Zapata: the jaramillista movement and the myth of the paxpriísta, 1940-1962, publicado por Duke University Press, aparecerá el próximo octubre

REBELDES

Evo y el futbol

Luis Hernández Navarro (20-05-2008) La Jornada

Tiene 47 años pero no pierde oportunidad de participar en cuanto partido de futbol puede. Ha jugado al lado o contra cracks como Diego Armando Maradona, Héctor Chumpitaz y Diego Latorre. Forma parte del Litoral, un equipo semiprofesional que aspira a ascender a la liga mayor. Se llama Evo Morales y, además, es presidente de Bolivia.

Su último partido fue el pasado viernes, en Lima, Perú, durante la quinta Cumbre de Jefes de Estado y Gobierno de América Latina, el Caribe y la Unión Europea. El juego fue organizado por la Cumbre de los Pueblos, un evento alternativo, paralelo al encuentro oficial. Morales alineó con un combinado integrado por bolivianos, que se enfrentó a figuras mundialistas legendarias de Perú como Héctor Chumpitaz y Julio César Uribe. Con el número 10 en la espalda, Morales metió un gol de pénalti al minuto 22.

La cascarita le sentó mal a la clase política local. Jorge del Castillo, presidente del Consejo de Ministros, declaró: “si un partido de futbol significa el éxito de una cumbre, es excelente, en buena hora para ellos; pero la verdadera cumbre está en la junta de los presidentes, de los cancilleres”.

Pero así se las gasta el presidente boliviano. En noviembre del año pasado, durante la Cumbre Iberoamericana celebrada en Santiago de Chile, Morales prefirió jugar una partida amistosa en lugar de asistir a la cena que ofrecía la anfitriona Michelle Bachelet. Aunque en la escuadra chilena participaron viejas glorias deportivas, el combinado del mandatario ganó por ocho goles a uno.

El futbol es fundamental en la vida de Evo Morales. Siempre lo ha sido. A los 13 años fundó en su comunidad un equipo de nombre Fraternidad. Él era capitán, delegado y árbitro. A los 16 años lo eligieron director técnico de todo el cantón. Él cuenta: “Era como dueño del equipo. Tenía que trasquilar oveja, lana de llama; mi papá me ayudaba; era muy deportista, vendíamos la lana para comprar pelotas, uniformes.”

En los 80 la sequía obligó a su familia a emigrar hacia el Chapare. El deporte fue la llave que le abrió las puertas de la amistad en su nueva tierra, la herramienta de vinculación con sus vecinos. “Un día entré a jugar futbol con los colonos y fui goleador. Luego todos querían que juegara con ellos.”

Una foto registra aquellos tiempos. En ella, al atardecer, con el cielo nublado, un joven delgado y de bigote sonríe. Viste uniforme. La camiseta es de color azul celeste con cuello en forma de uve; el short, negro con rayas blancas a los lados. Lleva en el brazo derecho una muñequera para el sudor. Tiene el pie derecho colocado sobre un balón de cuero.

El futbol fue, también, un camino que lo acercó al mundo de la política. A los pocos meses de llegar a la región fue elegido secretario de deportes del sindicato de cocaleros San Francisco. En 1985 pasó a ser secretario general. En 1988 fue nombrado secretario general de la Federación del Trópico. En 1986 dirigía seis federaciones y un año más tarde fue elegido diputado.

En 1980, durante la dictadura militar de Luis García Meza, un equipo de la lucha contra el narcotráfico quemó vivo a un sindicalista. Evo se enteró de la salvajada mientras estaba en una cancha de futbol. Él y otros jóvenes deportistas fueron convocados a una reunión de emergencia. Decidieron que había que apoyar al sindicato y participar en una marcha para defender los derechos humanos y protestar contra la barbaridad que el gobierno había cometido.

Morales explicó a la cadena televisiva Fox News, en enero de 2008, la profunda huella que esta pasión le ha dejado. “El futbol –le dijo– es un instrumento integrador. No se trata sólo de campeonatos, trofeos o medallas. Su significación va mucho más allá. El futbol nos hace olvidar a los políticos lo que son nuestros problemas específicos. Hasta la pobreza, así sea por 90 minutos, da paso a este fenómeno social.”

Pero, más allá de su afición y pasión deportiva, el reciente protagonismo futbolístico de Evo Morales proviene de su rechazo a la decisión de la Federación Internacional de Futbol (FIFA) de prohibir jugar partidos eliminatorios de la Copa Mundial en estadios situados por encima de 2 mil 500 metros sobre el nivel del mar. Según Joseph Blatter, presidente de la FIFA, el veto responde a “razones médicas y para proteger la salud de los jugadores”.

A pesar de lo que dicen los dueños de la pelota, no existen pruebas científicas que demuestren que jugar en las alturas es perjudicial para la salud. Desde hace años se disputan torneos y ligas profesionales en Bolivia, Perú y Colombia, y a nadie le ha pasado nada por jugar allí.

La decisión de la FIFA fue inmediatamente rechazada por Evo Morales y por muchos otros deportistas. El técnico mexicano Javier Aguirre, entrenador del Atlético de Madrid, declaró que Joseph Blatter “no tiene ni puta idea”.

La protesta, el 16 de marzo, Evo y Diego Armando Maradona jugaron un partido en La Paz, Bolivia, a más de 3 mil 600 metros de altura, en la que la FIFA fue goleada. Luego dieron un pelotazo que llegó hasta Cuba. Le enviaron a Fidel Castro un balón con dedicatoria. La del mandatario boliviano decía: “Con admiración para Fidel”. Sin recato, el Pelusa escribió: “A mi maestro del alma con amor”.

También, como una forma de presionar a la FIFA para que reconsidere su posición, Morales jugó un partido de altura. En un hecho para el registro de Guinness, el presidente se echó una cascarita en una cancha con nieve en el nevado Sajama, a 6 mil 542 metros sobre el nivel del mar. Evo anotó el único tanto del encuentro.

Si, como dice Eduardo Galeano, “la historia del futbol es un triste viaje del placer al deber”, entonces Evo marcha a contravía. Porque si algo ha logrado hacer con sus cascaritas en las acartonadas cumbres continentales es, por inevitable contraste, devolver a este deporte el aire libre y fresco que sopla en las canchas llaneras de los barrios populares y las comunidades rurales. En los cónclaves internacionales de mandatarios, los goles los mete por la banda izquierda.