martes, 22 de julio de 2008

La canción de protesta no morirá mientras en México haya injusticias: Víctor Guerra



Víctor Guerra en este año grabará su tercer disco: una recopilación de temas inéditos y algunos de José de Molina y Judith Reyes
Yadira Llaven
Puebla, Pue.

A 40 años de la matanza estudiantil del 68, el cantante, actor y sobreviviente Víctor Guerra asevera que la canción de protesta “no ha muerto, porque no es una moda. Seguirá vigente mientras los mexicanos sigan padeciendo injusticias, por eso hay que seguir cantando y protestando”.

Así se refiere, en entrevista con La Jornada de Oriente, a la situación actual de la música de protesta, previo al homenaje que Radio UAP ofreció a José de Molina, y la presentación de la première del cortometraje Tarea pendiente, donde encarna al personaje del doctor Rivera.

Para distinguirse de las nuevas generaciones que se autodenominan cantantes de protesta o de la “canción inteligente”, entre ellos Fernando Delgadillo, el también compositor comenta: “Carecen de ideología y se preocupan más por lo que venden. Piensan que utilizar algunas frases de contenido social es ser combativo, pero no se dan cuenta que ya están fuera de contexto, ya no son aplicables. Son más amorosos y piensan que lo anecdótico alude a lo revolucionario”.

En la actualidad, afirma, la música de contenido político y social “está en un proceso de globalización, se resiste a desaparecer ante este fenómeno que pretende la homogenización de las mentes para evitar las prácticas inteligentes y los cuestionamientos”.

De las patadas a la movilización estudiantil

Aunque intenta resumir cómo llega a la música de protesta, Víctor Guerra se refiere a lo largo de una hora a uno de los temas que le han marcado la vida: la matanza del 68, y cuenta: “Todo inicia en 1968, cuando era estudiante del Politécnico Nacional. Cursaba el primer año de la vocacional, y ahí fue cuando me alcanzó la movilización estudiantil”.

“Yo estaba de lleno en el futbol, incluso estaba pensado dedicarme a ello profesionalmente. Era el portero titular de la selección del Politécnico, ya jugábamos con equipos extranjeros, andábamos de un lugar a otro, actividad que combinaba con la guitarra, que tocaba entre una clase y otra”, recuerda como si fuera ayer.

“Uno de mis amigos, que también llegaba a tocar la guitarra, nos informó que en varias vocacionales se organizaban reuniones, porque habían golpeado a los compañeros de la Voca 5. Ahí es donde comienzan a fluir las primeras informaciones que tuve del movimiento estudiantil, eran los meses de agosto y septiembre, previo al 2 de octubre”.

Como los charcos en temporada de lluvia, así empezaron a pulular las asambleas en las escuelas, donde se informó de la situación generalizada. “Nos invitaron a una de las manifestaciones, después a la marcha y nos fuimos integrando en el camino para protestar en contra de los granaderos que ya se habían apoderado de varias escuelas, y que en su trayecto golpearon a compañeras y a los maestros. En ese entonces, los profesores eran muy queridos, intocables, de una gran lucidez, no como ahora”, compara.

Las asambleas y manifestaciones, resumió, culminaron en la matanza en la Plaza de las Tres Culturas. “Esa parte me tocó vivirla muy joven, a los 16 años. Mi participación fue muy espontánea, pero también muy conciente”.

Al cierre de las escuelas, “dejé la vocacional y empecé a estudiar teatro. Formamos un grupo de poesía coral, que recorría en ese tiempo diversas escuelas leyendo las obras de León Felipe, de Miguel Hernández y de otros autores que hablaban de la problemática social”.

El contacto con los estudiantes le permite tener de primera mano esa inconformidad y esa rabia que se había fraguado el 2 de octubre.

La influencia y escuela de José de Molina

Entre uno y otro acto de protesta al que lo invitan, coincide con José de Molina, a quien Hermann Bellinghausen lo bautiza como el guerrillero de la guitarra. “Por primera vez lo oí cantar, esto fue ya en los años 70, y me prendí de sus canciones, como Ay hermano mexicano, un llamado al despertar de la conciencia de los reprimidos por el gobierno… sus palabras me impactaron”.

A partir de esta experiencia, busca y escucha todo el material de José de Molina y “decido dedicarme a ser cantor popular de música de protesta, tirada a la izquierda. Después conocí a Judith Reyes, quien en su fase comercial escribió Parranda larga a Jorge Negrete. Pero Reyes venía de una familia minera y toda esta carga emocional de represión la plasmó en muchos de sus temas”.

Judith, agrega, fue la única mujer que estuvo presa por cantar música de protesta.

Con toda esta riqueza bajo el brazo, “empezamos a comprometernos más con la cultura, con la música. Íbamos a todos lados, a donde nos invitaran, desde una calle cerrada con un templete hasta auditorios y foros importantes”. Recuerda sonriente: “Siempre fallaba el sonido o nos apagaban la luz, pero no importaba nosotros sacábamos el corazón, la garra, éramos los que teníamos que motivar a los huelguistas, a los obreros, a los sindicalizados, a los maestros…”

En 1973, fundó junto a Luis Cisneros y otros compañeros, el combativo CLETAUNAM (Centro Libre de Experimentación Teatral y Artística), “ya para entonces teníamos la agudeza. Apoyamos a muchos movimientos sociales a nivel nacional, como la creación del Stunam, cuando se hizo la huelga de Naucalpan, donde participamos cantando y asesorando, sufriendo represiones, que en todos estos movimientos fue la constante”. Ahí, dijo, se dio el despegue como compositor de música de protesta.

En ese tiempo, llegó el boom de la música chilena con los Quilapayún, los Inti Illimani, Violeta Parra y su familia, y todos los grupos que traían un “canto nuevo”, que venía a representar la expresión de la inconformidad y rebeldía de los pueblos de Latinoamérica.

“Los chilenos tuvieron mucha influencia en los movimientos sociales de México, en aquellos años, y sobre todo en los jóvenes, en nosotros”; no obstante, aclara que estos grupos cantaban en contra de sus gobiernos desde nuestro país, pero jamás del sistema mexicano.

La canción de protesta tiene, dice, dos vertientes: “La música oficial que se ligó a Luis Echeverría, como Los Folkloristas, que hablaban de la problemática de Sudamérica, pero no de México, y los chilenos, que daban ‘legitimidad’ a la democracia y a la libertad de expresión de la que tanto alardeaba Echeverría; les daba foro nacional para que hablarán mal de Pinochet, pero no de la masacre del 2 de octubre”.

José de Molina y Judith Reyes fueron los únicos exponentes, a diferencia de Amparo Ochoa y otros, que cantaron y contaron la realidad del país.

–¿Que hay después del 68? Y ¿cómo esta fecha le cambia la vida?

–El 68 me marcó la vida. Con mis experiencias vividas en la movilización estudiantil creamos el CLETA. A través del teatro y de la poesía concientizamos a la gente, a los padres de familia que perdieron hijos, no para buscar la fama ni el divertimento, sino para que la gente defendiera sus derechos y exigiera el castigo de los culpables.

“Me dediqué de tiempo completo a ello, a cantar para animar a la gente, pese a las penurias. Cuando íbamos a una fábrica, a una escuela o a la sede de un sindicato, en algún punto del país, nos quedábamos a dormir en el suelo, pero así caminamos toda la República”.

“En la actualidad, voy a donde me llamen. Estuve cantando en las convenciones del EZLN, con los labriegos de San Salvador Atenco y en la lucha contra el fraude electoral en 2006. También en los homenajes a Lucio Cabañas, a quien conocí en una iglesia de Altamirano, Guerrero; con los obreros de la Cooperativa Pascual, los de Duramil, de donde tuve que salir en la cajuela de un coche porque la policía me andaba siguiendo por apoyarlos”.

“Todas estas experiencias las plasmé en la obra de teatro Octubre rojo, y en algunas canciones”.

En los 70 grabó su primer disco, 10 años después el segundo y en este año grabará el tercero: una recopilación de temas inéditos y algunos de José de Molina y Judith Reyes.

Finalmente, tras una larga e interesante conversación, Guerra, firme, dice: “Seguiré luchando por la canción de protesta, quiero dejar testimonio en las nuevas generaciones de la represión de esa época, quiero contribuir al proceso de concientización”.