El 2 de septiembre de 1974, mi esposo, Jacob Nájera Hernández, fue sacado de mi casa en San Jerónimo de Juárez, Guerrero, por un grupo de agentes judiciales, comandados por Isidro Galeana Abarca. Mis hijos, muy pequeños entonces, se agarraban de las piernas de su padre llorando, porque querían evitar que se lo llevaran, pero ni su llanto, ni las súplicas de mis padres, ni mi exigencia de que presentaran una orden de aprehensión lograron impedirlo.
Poco tiempo después logré entrevistarme con Isidro Galeana Abarca, que, como dije antes, era quien estaba al mando del operativo, y me dijo: “obedecí órdenes superiores y lo entregué al Ejército en la Y de Atoyac”.
Al igual que Jacob, muchos maestros fueron víctimas de aquellos secuestros oficiales –Inocencio Castro Artega, Félix Bello Manzanares y tantos y tantos más–, al igual que cientos de campesinos y estudiantes, hombres y mujeres, que fueron vistos con vida en las cárceles clandestinas de los militares y en la base naval de Icacos.
Al igual que el primer día, sigo reclamando la libertad de Jacob y la de todos los desaparecidos, hijos, padres, hermanos, familiares todos de mis compañeras del Comité ¡Eureka! y junto a ellas repito: ¡Vivos los llevaron, vivos los queremos!
Celia Piedra de Nájera
San Jerónimo de Juárez, Guerrero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario