•Me pregunto si las víctimas han recibido la misma solidaridad
Por Claudia Palma*
Guatemala, Guat., 3 Abr 2009 (CIMAC).- Gladys Monterroso, de 53 años, fue secuestrada a las 8:00 horas y dejada en libertad en una calle de la colonia La Atlántida zona 18, 12 horas después el pasado 25 de marzo. Fue golpeada y quemada con cigarros en distintas partes del cuerpo.
“Fui una víctima de tortura en pleno siglo XXI”, dice Gladys Monterroso. Hombres armados la secuestraron durante 12 horas. Sus ojos negros profundos están llenos de moretones. “Son actos de violencia pero no de esta época”, continúa mientras se corre las mangas de su pijama de algodón blanco y quedan al descubierto las cicatrices de las marcas del cigarrillo que sus agresores le dejaron estampadas en sus antebrazos.
Gladis es una abogada y notaria experta en derecho tributario. Tiene un master en Ciencias Económicas por la Universidad de San Carlos de Guatemala. Es también catedrática en derecho tributario en la Universidad de San Carlos y columnista en publicaciones especializadas como la Red Económica de Prensa Libre.
Es asimismo secretaria de Encuentro por Guatemala y esposa del Procurador de los Derechos Humanos, Sergio Morales, quien horas antes del atentado contra Monterroso había hecho público el informe “Derecho a saber”, donde se denuncian abusos y crímenes cometidos por la Policía Nacional (PN) durante el conflicto armado, incluyendo asesinatos y desapariciones forzadas, elaborado con base en la recopilación de una década de documentos históricos de la PN.
La mañana de su secuestro, Gladis apenas alcanzó a leer las noticias de los diarios, el resumen de una jornada violenta más. “Nos preocupamos por los victimarios. Pero ¿y las cicatrices de las víctimas?”, se pregunta mientras sus dedos vuelven a recorrer las quemaduras del cigarrillo.
Con la voz entrecortada recuerda cómo un transeúnte la encontró cerca de una cuneta. “Pensó que era una bolita”. La moneda que le dio ese desconocido sirvió para llamar desde un teléfono público.
Todavía la misma pregunta vuelve una y otra vez inquietante: “¿Por qué yo? ¿Qué hice?” “No tengo enemigos”, se responde así misma después de una breve pausa esta abogada, activista de Encuentro por Guatemala, asesora en la iniciativa de ley que pretende normar las comisiones de postulación y esposa del Procurador de Derechos Humanos, quien ha emprendido una campaña para que los archivos de la Policía Nacional sean abiertos al público. “Pensaba en mi familia, en mis hijos. Pensé en que no volvería a verlos. Pensé en todos los perdones que no di o en los que no ofrecí. Pensé en todos los ‘te quieros’ que no dije”, continúa.
“Me pusieron una pistola en la sien, en la boca. Me maltrataron diciendo que me iban a matar. Me estrujaban el corazón”, agrega. Los recuerdos son difusos sobre todo los de las horas posteriores a su liberación.
“Vivimos en un país de carnívoros”, agrega, mientras la claridad de la habitación en la que permanece recluida en un sanatorio privado la ilumina. Su habitación está llena de globos, un arreglo de hierberas y notas cariñosas de sus amigos. “Me pregunto si las víctimas han recibido la misma solidaridad que yo”, añade mientras habla de sus planes y anunciar que no renunciará a su trabajo actual. Pero, antes un chequeo médico fuera del país y un largo proceso psiquiátrico le esperan.
* Texto publicado en El Periódico, de Guatemala, cinco días después de su tortura y secuestro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario